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GINAMARÍA HIDALGO

Homenaje a una Grande!

Una de las voces por excelencia del canto lírico y la música popular Argentina


Verborrágica, volcánica, irrefrenable de efusiva, apasionada, temperamental. Hipersensible, romántica, femenina y seductora -con sus ojos de mirar gatuno y su boca sensual-, Ginamaría Hidalgo se convirtió, desde los años 60, en un personaje apto para que algún crítico catoniano se ensañara al denostarla, implacable, como cantante, mientras públicos multitudinarios la ovacionaban en cualquier latitud.
Virginia Rosaura Hidalgo llegaba al mundo el 23 de agosto de 1932, en la calle Charcas 3900 de esta capital, para luego vivir un tiempo en Corrientes, donde su abuela había fundado el pueblo de Alvear. Huérfana de padre -músico también-, desde los 13 años, Ginamaría vislumbró desde entonces su sino proteico. Recibida de maestra normal, fue actriz en un teatro vocacional, danzó en el Ballet de Margarita Wallmann, pero su trayectoria artística se hizo visible al empezar a filmar películas, como "La encrucijada" y "Corazón fiel", y al consolidarse como actriz con la guía de Pablo Palant.
El primero de sus matrimonios, tras su paso artístico por Brasil junto a la troupe del teatro Astral, fue en los Estados Unidos, con Mmett Wallter Wendt. Corría 1952. Ella contaba con apenas 20 años. Pronto nació, en Nueva York, su hijo Jean-Paul.
En cuanto a la preparación musical de la actriz, cantante y bailarina, que le aportaría sus mejores armas para abrazar un repertorio heterogéneo en el canto, se empezó a consolidar, mediante cursos, en la Universidad de Columbia y en la Escuela Juilliard. No obstante, en el país del Norte supo ganarse la vida cantando en casamientos o vendiendo caramelos en tiendas de Nueva York. Ginamaría ya había sido tentada por el canto lírico hacia 1950, por insinuación de Mercedes Weinstein. Y fue el propio guitarrista Andrés Segovia quien, al escucharla cantar en Nueva York (hacia fines de los 50), le consiguió una beca para completar sus estudios en Santiago de Compostela, y luego en Madrid con Carlota Dahmen, quien la guió en la escuela de los grandes líricos.
Corría la primera mitad de los años 60 y su actuación en grandes shows parecía acercarla a Hollywood, donde personificaría a mujeres fatales, alternando con actuaciones en televisión junto a Lucille Ball, hasta llegar al mismísimo Carnegie Hall, en 1974. Estados Unidos fue su gran escuela y su trampolín al éxito, al actuar en comedias musicales tales como "El novio", "Be an Angel", o "New Faces". Su currículum anota, incluso, que por compromisos artísticos en España debió resignar la propuesta de la empresa de West Side Story para reemplazar nada menos que a Natalie Wood en la película homónima.
La impronta lírica se acentuaba en la medida en que asumía, siempre en los Estados Unidos, roles en óperas como "Don Giovanni", de Mozart; "Don Pasquale", de Donizetti, o "Los cuentos de Hoffmann", de Offenbach.
Con tal bagaje llegó aquí para copar espacios espectaculares en la televisión y en los teatros. Había buscado siempre nuevos horizontes; la conminaban sus ansias de aprender y superarse. Fruto de tales esfuerzos, casi siempre estilísticamente erráticos por recurrir temerariamente a la hibridación de los géneros musicales, fueron sendos premios Martín Fierro, conquistados en 1963 y en 1966, por sus shows. Ese perfil al que nos acostumbró a través de varios canales de la televisión porteña (el 7, el 11, el 13), mezclando comedia musical con ópera ("La Traviata"), opereta, jazz, tango, canción sentimental y folklore, era prácticamente el mismo con el que había sorprendido a los públicos de Italia y Japón.
Su alejamiento de las tablas y de los spots pudo ocurrir en el 81 con sus presentaciones en Michelangelo, y su participación en "Sexcitante", al año siguiente, en el teatro El Nacional.
No obstante el disco no la abandonó. La compañía internacional Sony lanzó en 1998 sendos volúmenes con "20 grandes éxitos", y el año pasado otra recopilación, típicamente ecléctica, bajo el título "Los esenciales", la colocaba de nuevo sobre el tapete. Precisamente el disco más los encuentros multitudinarios fueron sus más grandes halagos y satisfacciones. En la década del 70, el sello Microfón logró con ella sucesivos récords de ventas en todo el país. Y Ginamaría se convertía en la heroína del programa (y películas) "Argentinísima". Canciones como "Amar amando", "La pulpera de Santa Lucía", "Memorias de una vieja canción", "Puerto de Santa Cruz", "Canción del adiós" y su más espléndida recreación -gracias a sus afinidades líricas volcadas a lo telúrico-: "Las voces de los pájaros de Hiroshima", recorrieron una y mil veces por radios y recitales, amén de engrosar las discotecas de sus fanáticos.
Afinación perfecta
Es de espíritus nobles y libres reconocer su intrínseca musicalidad, a pesar de aquellas primeras notas agudas y recurrentes sobreagudos, que estropeaban y tergiversaban los géneros populares; sobre todo el folklore (pero mucho menos que algunos tenores famosos de nuestros días que gozan de impunidad artística). Musicalidad que, además de una afinación perfecta, se plasmaba en sus refinados fraseos y articulaciones, en generosas inflexiones y matices, sin gritar ni entregarse al histrionismo gestual. Lo confirman sus últimas apariciones, en las que Ginamaría canta a media voz y donde la impostación cede terreno a la más pura emoción. Entre sus inolvidables regalos de despedida (en la televisión, acompañada sólo por una guitarra) bastaría citar su deliciosa, sublime versión de "Pedacito de cielo".
Hipersensible, Ginamaría Hidalgo sufrió mucho. Su propio carácter impulsivo le trajo aparejados conflictos inter pares, sumados a sus frustraciones sentimentales de pareja. Todo esto sumió en el desencanto y el extravío a una artista para la que cantar -sobre todo en su propio país- fue una necesidad vital.

La querida Ginamaría Hidalgo partió inesperadamente hacia la eternidad en el año 2004 a las 14 y 20 hs de la tarde del 10 de febrero, a los 77 años, a causa de una trombosis neurológica. El deceso de la artista se produjo en la Clínica Adventista del barrio de Belgrano, en la que estaba internada desde comienzos de enero con un cuadro de "stroke o accidente cerebrovascular".

Con Ginamaría Hidalgo se nos fue una intérprete atípica en el canto popular. Dueña de una garganta privilegiada, de técnica admirable, tuvo la osadía de volcarse al folklore y, eventualmente, al tango.

Últimamente los medios periodísticos, radio televisión y en la web, poco recuerdan y homenajean su excelencia y voz que la gente quiere seguír manteniendo viva en el recuerdo. Aquí homenajeamos y brindamos al lector, donde puedan recordar y disfrutar de su prestigiosa trayectoria como de su bellísima voz (que ya hay pocas) y que tantas veces nos hizo emocionar y admirarla en sus temas inolvidables.